Por Juan Carlos Zumbado |29 de agosto de 2024, 18:55 PM

Los parques centrales de cantones como Alajuela y San José fueron, en su momento, puntos de encuentro para boleros que ofrecían su servicio con dedicación y orgullo. Sin embargo, con el paso del tiempo, este oficio ha ido desapareciendo. Hoy, en el Parque Central de Alajuela queda uno solo: Ramón Madrigal. 

A sus 86 años, Madrigal sigue trabajando con la misma devoción con la que empezó a los 13. “Chorrito”, como cariñosamente lo llaman en su comunidad, se levanta cada día y se dirige al parque donde, de 8 a. m. a 1 p. m., lustra los zapatos de quienes se acercan a su silla. Este no es un simple trabajo para él, sino una tradición que ha mantenido viva durante más de siete décadas. Es, como él mismo afirma, el último bolero que queda en el parque.

Nacido en Río Ciruelas de Alajuela, don Ramón, como es conocido, ha pasado su vida en el cantón central, donde todos lo conocen. A pesar de ser padre de 12 hijos, ha vivido solo la mayor parte de su vida. 

Con una pequeña pensión que apenas le alcanza, “Chorrito” continúa trabajando, no solo por necesidad, sino también por amor a su oficio. Al final de cada jornada, guarda cuidadosamente su silla en una estación de buses cercana, preparada para volver al día siguiente (repase la información en el video adjunto). 

La presencia de Madrigal en el parque es imposible de ignorar. Su figura menuda, su sonrisa y su destreza con el cepillo de zapatos son parte del alma del lugar. 

Es uno de los últimos vestigios de una era que poco a poco se desvanece, un recordatorio de tiempos en los que el bolero era una figura central en la vida cotidiana de las ciudades.

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